¿Quienes somos ?

Antier soñe, ayer lo intente, hoy fracasé y mañana lloraré...



La lastime a ella y me desepcioné a mi mismo...



Pobre diablo...

C. Ernesto Barrios Vega | Crea tu insignia





lunes, 23 de mayo de 2011

Cuando te toca aunque te quites... Y cuando no te toca aunque te pongas...



Son exactamente las  cinco de la mañana; hora en la que, de lunes a sábado se despierta Bernabé para poder ordenarse y llegar temprano a su trabajo. Apaga el despertador, arroja las sabanas al suelo, camina descalzo –con los ojos cerrados- hacia el baño, se desviste, -abre los ojos- le gira la llave y mientras el agua helada sale, mojando su cuerpo, él comienza cantar: “Farolito que alumbras apenas mi calle desierta… ¡Cuantas noches me viste llorando llamar a tu puerta…!”, desentonándose por el escalofrió de sentir aquel liquido sobre su piel, todavía calientita por la cobija de la noche anterior. Termina su baño, se seca y continua con su ritual de aseo; se coloca su ropa interior, camina hacia su alcoba, saca la plancha junto con su ropa (formal) –previamente seleccionada una noche antes-, la alisa, se la pone, marcha nuevamente hasta su pequeño baño, donde se encuentra el único espejo que posee y empieza a peinarse; acomoda su cabello hacia la derecha, siempre a la derecha –mera superstición- para después pegarse dos palmaditas en el rostro como señal de ¡Allez! ¡Allez! Sos un tigre; se aplica en la punta de los dedos un poco de fijador para perfeccionar su cabello y listo.
Sale del baño aplicándose loción. Se dirige a su habitación, toma su maletín y se marcha a la cocina para tomar un pequeño aperitivo. Al llegar allí, se altera tanto ante lo que hay frente a sus ojos que no hace otra cosa mas que correr hacia la ventana, dejando tiradas en el piso todas sus pertenencias. Alguien o algo había roto los vidrios de su ventana, pues en ella, se encontraba toda una comunidad de pichones comiéndose el pan que él iba a desayunar esa mañana. Bernabé, un tanto histérico, tomó entre sus manos la escoba y golpeo a los animalitos, que segundos después de ser ahuyentados, volvieron a posarse en el mismo lugar. “¡Hijos de la…! ¡Váyanse a joder a otra parte!” gritaba desesperado una y otra vez azotando la escoba contra los pichones hasta lograr que se fueran.
Para su sorpresa, cuando creyó haberlas corrido completamente, un pichón, el cual traía un listón rojo en su pata izquierda, volvió, pero no para picar el pan, sino para defecar sobre él; y una vez que cumplió su cometido, el infame animal se fue haciendo sonidos particulares. Bernabé gritó de coraje. Nada podía hacer, solo apresurarse y relajarse, pero no pudo; el día para él, ya estaba arruinado. “¡Y en la izquierda traía la seña! ¡En la izquierda! ¡Siempre en la izquierda caray!”, decía mientras cerraba con llave la puerta de su casa.

Bernabé tomo un taxi y llego a tiempo a su trabajo. Siguió su rutina de trabajo, pero sin los mismos ánimos con los que se había levantado; su mente no dejaba de recordarle el momento en el que aquel pichón de listón rojo regresaba para vengarse de él. “Desgraciado…¡Qué ganas de joder!” murmuraba él.

El tiempo transcurría y Bernabé no lograba superar el incidente de su ventana; estaba realmente perturbado, tanto, que termino por tirar varios objetos con los que se topaba a su paso cuando caminaba. “¿Te sientes bien güero?” Le preguntó su amigo Omar –Alias la garrocha-. A lo que el negó con la cabeza. “Entonces ve a la oficina y medítalo con calma, yo te cubro…”, le dijo la garrocha, refiriéndose al baño. Bernabé asintió nuevamente con la cabeza y se fue discretamente hacia la oficina.
Ya allí, se sentó en el retrete y mientras se decidía para hacer sus necesidades fisiológicas se le ocurrió voltear a la pequeña ventana de donde salía la luz. Al ver de reojo el panorama exterior, se percato que, justo en la rama izquierda del limonero que se encontraba frente a él, estaban dos pichones grises, y uno de ellos tenia un listón rojo colgando en la pata izquierda. Él ya no sabía si reírse o gritar; no reconocía el otro sentimiento que acompañaba su absurda indignación. “¿Pero qué rayos…?” Dijo sin completar ni su propio pensamiento. De golpe, dio un salto, cerrando la ventanita. Se quedo estático por unos instantes, luego reaccionó y se limpió. Lavó sus manos con jabón –hasta el antebrazo- alrededor de siete veces para luego aplicarse gel antibacteral. Se miró al espejo del baño y respiro profundo; unas nauseas tremendas lo tomaron como fieras.
Bernabé se sentía realmente mal así que ideó un plan para que lo dejaran salir de su trabajo. Una vez convencido de estar listo para su actuación, salió de ahí, caminó hacia el primer piso, y justo cuando estaba por bajar el último escalón, se dejo caer sin importarle nada. El drama fue excepcional desde el punto de vista actoral; todos se la creyeron, incluso su jefe, quien le permitió salir temprano para que “pudiera reposar”. Bernabé salió de su trabajo con un pañuelo húmedo de alcohol en la mano izquierda, y su maletín en el otro. Estaba desconcertado y no estaba seguro por qué. Todo parecía un chiste tonto. No quería estar en el ajetreo del trabajo, pero tampoco en la soledad de su casa, así que se dirigió al parque que se encontraba sólo a tres calles más.
Al llegar ahí, se sentó en una banca y cerró los ojos. Respiró profundo. Trató de echar a volar su imaginación, trayendo a su mente imágenes frescas mientras cantaba:
 “Farolito que alumbras apenas mi calle desierta… ¿Cuántas noches me viste llorando llamar a su puerta…! Sin llevarle más que una canción, un pedazo de mi corazón. Sin llevarle más nada que un beso, un friolento travieso, amargo y dulzor… ¡Tara ra ra ra ra!”.
Todo parecía ir bien, el recuerdo de aquella ave no regresaba más. Entonces abrió los ojos y sonrió. Miró las nubes, cerró los ojos nuevamente, apretó sus párpados, tronó sus dedos…Inhaló, exhaló. Alzó su cabeza hacia el cielo y sonrió. De pronto, sintió cómo algo tibio fue derramado en su boca. No era una bendición. Abrió los ojos y con la boca cerrada, pudo ver cómo a lo lejos, volaba, alejándose, el mismo singular pichón del listón rojo...

Divagando tristezas...


Una vez mas me encuentro solo en mi cuarto pensando en cientos de cosas, miles de situaciones y millones de frustraciones que aquejan a las personas durante la vida diaria... ¿Digo diaria? ¿Entonces qué significa la vida para nosotros? ¿La individualidad social? ¿La estabilidad económica? ¿El amor? ¿La riqueza? ¿O simplemente son cuestiones estipuladas por el hombre?

Y esque realmente nunca logramos ser felices completamente pues no nos damos cuenta que la vida es relativa con respecto a nuestro estado de ánimo y va de la mano a los momentos mas gloriosos como cuando estas a punto de morir y sales ileso riendote de lo que pudo haber pasado...

¿Morir?
Hace un tiempo estuve  muy mal, tal vez derrumbado o simpemente deprimido, ya que uno siempre se pregunta ¿Por qué todo me tiene que pasar a mi???
Y esque era una tras otra, un golpe fuerte y de repente al piso y ya tirado la vida me pateaba con descaro y sadismo... Tristeza, desepción, llanto, depresión, ansiedad, deseo, esperanza, nostalgia y viejos recuerdos apuñalándome por instantes...

Durantes este periodo estuve pensando demasiado en cómo salir de dicho agujero en el cual me encontraba tirado, con los brazos lastimados, con las piernas rotas y sin optimismo alguno...

Trate y trate durante noches enteras sin poder dormir, obsecionado con poder lograrlo sin darme cuenta que esto era precisamente lo que mas me hundía...

En una de tantas noches quedé exhausto y me quedé dormido, al pasar esto tuve un sueño algo extraño que reflejaba mis deseos mas profundos y la forma en que me sería mas agradable morir:

Allí estaba yo, pensando en ella como siempre a oscuras y mirando la luna con la esperanza de que ella tambien la estuviera viendo, entristecido por la forma en que todo había terminado...
Justo en ese momento me volqué incontrolable, sentia una angustía que no podía parar y un deseo insaciable de ir a buscarla...
De repente apareci frente a la puerta de su casa y al tocar el timbre salió...
No existian palabras y solo la abrazé y temblando le pedi perdón por todo y le supliqué que se quedara conmigo...